¿Para qué proteger tus sistemas?
Una parte importante de cada
proceso (industrial o doméstico) es la protección de los equipos eléctricos
pues al estar en operación continua, son susceptibles a problemas con el suministro
de energía como pueden ser sobrecargas y en menor medida, caídas de potencial (o
voltaje).
¿Cómo proteger el equipo principal?
Cada vez es más común el uso de
equipos con alimentación de 24 VCC (volts en corriente continua) en cambio de
los típicos 120 VCA (volts en corriente alterna) pues representa mayor
seguridad a los operarios y reduce sus requisitos de protección. Adoptar este
sistema ha llevado a la creación de fuentes de alimentación que utilizan la
técnica de conmutación (en lugar de las formas típicas con rectificación mediante
diodos) para generar el voltaje mencionado anteriormente. Esto es importante
pues dichas tecnologías contienen sistemas de autoprotección ante
sobrecorrientes y el calentamiento excesivo que conlleva, lo cual, entre otros
casos, podría ocasionar incendios y no solo dañar los distintos equipos de
nuestro proceso, sino que pondría en riesgo a los operarios.
Se le conoce como fuente conmutada
porque el voltaje de salida es controlado (con un lazo cerrado) mediante
el ciclo de trabajo de un transistor (típicamente un MOSFET) que,
dependiendo de la demanda de energía que se le haga, aumentará la frecuencia de
la corriente, la cual pasa de oscilar a 60 [Hz] a más de 100 [kHz].
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Si bien los fusibles cumplen
correctamente su función, tienen la contra de ser desechables y de un solo uso,
es por eso que existen los disyuntores que son interruptores automáticos y que
también corta el paso de la corriente de alimentación si ocurre un problema con
la demanda de energía, pero, con la ventaja de poder ser reconectados cuando el
problema con el suministro o la demanda se haya resuelto. Los tipos más
utilizados en son, por lo general, termomagnéticos y diferenciales.
Los primeros están compuestos por
dos partes fundamentales, un relevador magnético que protege ante
cortocircuitos y un relevador térmico encargado de la protección contra
sobrecargas.
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El segundo tipo funciona en conjunto con las tomas de tierra de todos de la instalación. Se les llama diferenciales porque, internamente, realizan una comparación entre la intensidad que entra en los circuitos, con la que sale. Al ser iguales significa que no existe ninguna fuga de energía y, en consecuencia, el disyuntor permite el paso de energía, pero, en caso contrario, la corriente de salida sería menor, activando la protección del disyuntor y evitando la alimentación errónea de nuestros circuitos.
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¿Qué pasa con los dispositivos de campo?
Hasta el momento hemos protegido nuestro
equipo principal como pueden ser PLCs, HMIs y otros elementos a partir del
nivel de control de la pirámide de automatización, sin embargo, hay
dispositivos de campo que, por la cantidad de corriente que manejan, necesitan
protección para continuar con su correcto funcionamiento al ser quienes interactúan
directamente con la materia prima de los procesos. En este aparto aparecen dispositivos
como motores monofásicos y trifásicos, hidrobombas, ventiladores, agitadores o bandas
transportadoras (conveyors).
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También existen equipos de
protección llamados guardamotores que son interruptores termomagnéticos (similares
a los disyuntores) los cuales desconectan un motor cuando la demanda de energía
llega a alcanzar valores críticos, por lo cual, proporciona protección frente a
sobrecargas y cortocircuitos con la diferencia de que permiten regular la
protección ante la corriente que demandará del motor.
Conclusiones
Estos son los elementos típicos
para proteger el sistema eléctrico, sin embargo, existe una gran variedad de sistemas
clásicos y de tecnologías emergentes que revisaré en su momento, sin embargo,
todas cumplirán (a su forma) que nuestro equipo tenga la alimentación necesaria
para su correcta operación y la elección por uno u otro dependerá de factores
como son: la tensión de alimentación y operación, la corriente nominal de cada
elemento, el poder de corte y de cierre o el número de fases necesarias en
nuestros procesos.
-AHN.
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